El concepto de Economía Civil fue acuñado ya en el s. XVIII por el economista y teólogo italiano Antonio Genovesi. Hoy en día esta materia ya se imparte incluso en alguna universidad alpina defendiendo algunos principios económicos, como: la centralidad del hombre en la economía, el bien común, el principio de la reciprocidad, así como el papel cada vez más relevante en las sociedades post-industriales del tercer sector como sustituto del Estado.

En primer lugar, para situarnos en el concepto de economía civil, debemos de tener claro que se trata de un pensamiento novedoso  que no puede encuadrarse en el esquema dualista “con ánimo de lucro” y “sin ánimo de lucro” típico de la tradición capitalista, sino que  ésta se convierte en el paradigma de las empresas “proyecto” (que no están a favor ni en contra del beneficio), típicas de la economía civil, en las que los empresarios son constructores de proyectos compartidos, en los que el beneficio es un elemento más.

Se habla de bien común cuando cada uno realiza su interés junto al de los demás y no sin contar con los demás, como ocurre con el bien público, o en contra de los demás, como ocurre con el bien privado.
Recuperar la idea de bien común supone recuperar la relacionalidad en economía, dando protagonismo a principios como el de reciprocidad, abandonados en la fase capitalista de la economía de mercado. Una propuesta valiente para construir un nuevo modelo económico que considere el interés general, que valore la idea de comunidad y que persiga el bien de la sociedad.

Este trabajo desarrolla una concepción en perspectiva de la economía civil, que se basa en el pensamiento económico del humanismo civil y que considera que en la actividad económica en general, y en el mercado en particular, hay perfectamente lugar para otros principios que no sean los de la ganancia y el mero intercambio utilitario. Lo que aquí se propone, en suma, es un camino de desarrollo diferente, basado en las instituciones del welfare civil y en la creación de nuevas formas de empresa, capaces de hacer del mercado un sitio de encuentros civiles y civilizados y, por qué no, de felicidad pública.

En el interior de la economía de mercado hay modelos diferentes. Está la economía neoliberal de mercado, la economía social de mercado y la economía civil de mercado. La idea original de la economía civil de mercado tiene raíces típicamente cristianas, no es necesario decirlo, principalmente católicas (claro ejemplo de ello es la encíclica del papa Benedicto XVI, “Caritas in veritate”, en donde se hace referencia el concepto de economía civil), mientras que la economía social de mercado tiene raíces, desde el punto de vista religioso y filosófico, calvinistas o en general protestantes.Parte de la premisa, es decir, del reconocimiento explícito de que el ámbito económico y el ámbito civil tienen en común la estructura relacional de la existencia humana.

El tema subyacente exige altos niveles de cooperación y ésta presupone la existencia de fuertes vínculos de confianza entre los agentes económicos. En otras palabras, mientras en los sectores estatal y del mercado privado, el principio de legitimidad de las decisiones económicas está constituido, en un caso, por el derecho de ciudadanía y, en el otro, por el poder de adquisición, en la economía civil está constituido por el principio de reciprocidad.

Una economía de mercado adecuada para interpretar las exigencias del bienestar de una sociedad como es hoy la nuestra, debe, para progresar, poder respirar con dos pulmones: el de la economía privada y el de la economía civil. Esto significa que es más previsor y también menos dispendioso ser competitivos cooperativamente que ser conflictualmente competitivos.

 

Ignacio Morales Monte.